¿Es Yolanda Díaz la experta en marketing que necesita el Gobierno?

                           

 No vamos a entrar en la ideología de Díaz o en sus recientes declaraciones sobre Palestina. Más bien, vamos a centrarnos en si su estrategia de marketing, todos los políticos tienen una, es la más adecuada para convencer a los españoles de que el producto que vende es el más recomendable.

¿Debemos hablarles a nuestros clientes como si fueran bebés?

Pues todo dependerá del cliente. En el caso de Díaz, su buyer persona tiene entre 20 y 30 años y una ideología que bien ha podido ser heredada de sus padres. Vender la motocicleta del comunismo a este tipo de personas aludiendo a términos como justicia social, igualdad y similares no parece que le haya dado resultados positivos.

¿Por qué? Pues porque el resto de clientes potenciales considera que se les está hablando como si fueran idiotas y que lo que Díaz comenta no tiene demasiado sentido. Menos todavía si se hace una campaña por la igualdad en los sueldos y se le caza gastándose la intemerata en tiendas de marca o solicitando más de 3600 botellas de vino al año para su ministerio a costa de quien le paga el sueldo.

¿Por qué no convence el mensaje de Díaz?

Volviendo al tema del marketing, el producto que vende Yolanda tiene una pésima campaña. En primer lugar, lo de explicar todos los detalles de lo que pretende para hacer justo lo contrario juega en su contra. En segundo término, no tiene sentido acusar a la empresa de al lado cuando la propia comete errores que son fácilmente comprobables con leer un informe económico.

Al mismo tiempo, su imagen no trasmite realidad, sino todo lo contrario. Quien vende un producto se debe identificar totalmente con esa referencia, considerarla la clave para colmar una necesidad de un cliente y convertirla en el eje de su nivel de conversión.

Vestirse con ropa de marca y cambiar de imagen para convertirse en una modelo de El Corte Inglés no encaja con su mensaje de revolucionaria de salón. Es como si estuviera vendiendo chanclas en Groenlandia.

¿Qué debería hacer el Gobierno para mejorar su imagen?

Posiblemente, cumplir lo que promete y mantener una coherencia. No se trata ni de cambiar de opinión, por no decir mentir, cada cinco minutos, ni de utilizar a Díaz como guía turístico de las bondades de las ideas ministeriales. Más bien, como ocurre en cualquier empresa, hay que demostrar por qué el producto es el mejor, pero con pruebas reales, con datos y con información que pueda contrastarse.

Definitivamente, Díaz no puede pensar que está en una guardería y generalizar en el trato al cliente. Quizá la segmentación y el cambio de tono, así como eliminar ese rasgo de superioridad que se adjudican los de su ideología, contribuiría a que sus campañas fueran más creíbles. Mientras tanto, el personal seguirá eligiendo otros productos que quizá no encajen con sus ideales, pero sí con las necesidades del país. Aquí está la clave del éxito.

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