Fue Saussure el lingüista que explicó la diferencia entre el significante, la palabra que leemos, y el significado, lo que entendemos. Todas las palabras son iguales y es el matiz que se les añade el que las convierte en algo distinto. Esta máxima se está aplicando en el sector del marketing y hay algunas campañas que llaman la atención a quien las ve, pero no por un motivo relacionado con la compra del producto o servicio que promocionan. El objetivo está claro: sorprender. La mayoría de campañas consiste en lo que parece un anuncio estándar cuando llega la palabra que sorprende y que puede conectar directamente con un sector de la clientela potencial. Lo malo es que de ahí a la vulgaridad hay solo un paso que puede terminar con el prestigio de la marca y con las intenciones de vender más. Recientemente, escuchábamos la promoción de un producto y la protagonista decía, literalmente, que al consumirlo se relajaba y podía hacer «lo que me salga de la pepitilla». Hasta en los teatros por